Desde la Iglesia se gestó una búsqueda de respuestas a la educación de los jóvenes. El conocimiento bíblico y su enseñanza, que hasta entonces habían quedado reservados a la jerarquía de la iglesia, iba a ser más difundido.
El método de estudio era el “escolástico”, y su formación tendía a formar intelectuales útiles a la comunidad cristiana; se enseñaba en las escuelas episcopales y palatinas. Luego estas escuelas pasaron a ser Universidades.
La escolástica se caracterizó por la exposición de la fe (tomó las afirmaciones bíblicas) y trató de demostrar de manera racional cómo entre la razón y la fe, la filosofía y la Teología, hay una íntima unión (la filosofía y la teología), hay una íntima unión (la filosofía al servicio de la teología).
El gran esplendor de la escolástica se alcanzó en el siglo XIII, con maestros insignes como: San Alberto Magno, San Buenaventura, Alejandro de Hales, Duns Scoto y Santo Tomás de Aquino, el más representativo.
Santo Tomás de Aquino por la santidad de vida, la profundidad de su saber y la precisión de su lenguaje, supo recoger toda la tradición cristiana y elaborarla como una doctrina sistemática. Sus obras mas conocidas fueron “la Suma Teológica” y “la Suma contra gentiles” La Iglesia ha recomendado la filosofía y la teología de Santo Tomás, calificándola como la doctrina más segura a seguir.